Quizá parezca extravagante y un tanto snob contar la propia vida utilizando como pretexto los perros que nos han acompañado, pero Elizabeth von Arnim sabía muy bien que «cuando un perro te ama, eso es para siempre, hasta su último ladrido. Así es como me gusta ser amada, y por eso hablaré de perros». Estas son las primeras palabras de este maravilloso libro de memorias, donde la condesa Von Arnim cuenta su historia. La joven madre que en 1898 había escrito Elizabeth y su jardín alemán es ahora, en 1936, una mujer de setenta años, piadosa con maridos y amantes, generosa con los amigos que se aprovecharon de ella, pero muy lúcida a la hora de valorar lo que más importa. Hablando de sus perros, Elizabeth habla de lo que de verdad aprecia en los seres vivos y son las cualidades de estos animales que ponen de relieve la mezquindad de los hombres.
Desde sus días de juventud a finales del siglo, hasta la época de soledad en un caserón de la Provenza, pasando por dos matrimonios desafortunados y unos cuantos amores tempestuosos, la vida de Elizabeth desfila en estas páginas con humor y mucha ironía, trotando de la mejor manera al lado de sus queridos perros.