¿Fue Nerón ese Anticristo de los cristianos que, tras el incendio de Roma, los culpó y los envió a la hoguera para alumbrar una de sus fiestas imperiales? Sereno Salinator, desde la tranquila lucidez que da la senectud, en su retiro de Capua recuerda los terribles años de Calígula y de su sobrino Nerón. Descendiente de Gayo Fusco Salinator, legado de Craso que escribió la Historia de la Guerra Servil que inmortalizó a Espartaco y su rebelión de los esclavos, Sereno Salinator rememora con alivio cómo fue uno de los pocos que sobrevivió al estremecedor periodo de Nerón. Un emperador peculiar que se exhibía como actor, como cantante, como auriga y como poeta. Que se daba baños de masas en el anfiteatro tras recitar, cantar e interpretar ante una plebe que lo aclamaba, mientras ordenaba los asesinatos de su madre, Agripina; de su hermanastro Británico; y de su esposa, Claudia Octavia, para desposarse con Popea, a la que también terminaría matando.