Biografía de Angelo Roncalli (1881-1963), que gobernó la Iglesia con el nombre de Juan XXIII y convocó el Concilio Vaticano II. Hebblethwaite no pretende sólo escribir una biografía, sino también dar una explicación al Concilio. Tomando como hilo conductor la vida de Roncalli el autor narra las crisis que afectaron al papado desde mediados del siglo XIX hasta la elección de Juan XXIII en 1958. Este se decidió a convocar un Concilio ecuménico pensando que podía ser una solución para los peligros que acechaban al mundo y a la Iglesia, y un medio para acercarse a las iglesias no católicas (ecumenismo). El Concilio se inauguró el 11 de octubre de 1962, pero Juan entregó su alma a Dios el 3 de junio de 1963, entre la primera y la segunda sesión conciliar. Fue beatificado en el año 2000, juntamente con Pío IX, por S.S.Juan Pablo II.
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Los juicios de valor que realiza Hebblethwaite sobre determinados hechos históricos no son muy de fiar, pero es un buen narrador. Tomando como motivo la vida de Angelo Roncalli, el futuro papa Juan XXIII, el autor recuerda las crisis que había sufrido el Papado desde mediados del siglo XIX. Angelo Giuseppe Roncalli nació en 1881, en los inicios del Pontificado de León XIII. El pontífice anterior, Pío IX, había tenido que enfrentarse a grandes dificultades: En 1964 publicó el Sillabus, que condenaba los errores modernos; en 1869 convocó el Concilio Vaticano I, que tuvo que ser suspendido por causa de la guerra, y en 1870 le fueron arrebatados los Estados Pontificios, suscitándose la llamada "cuestión italiana" que no se resolvería hasta años más tarde. Angelo recibió la ordenación sacerdotal en el Pontificado de San Pío X. Este Pontífice se encontraba comprometido en una intensa lucha contra la herejía modernista y el propio Roncalli tuvo que justificarse de no haber incurrido en modernismo. Años más tarde, en 1925, encontramos a Rocalli trabajando en Propaganda Fide e impartiendo clases de historia en el Laterano. Súbitamente fue apartado de estos cargos, consagrado Arzobispo por Pío XI y enviado como visitador y Delegado Apostólico a Bulgaria, Turquía y Grecia, todos ellos con una ínfima población católica. Allí permaneció durante diez y ocho años y tuvo la oportunidad de introducirse en el conocimiento de las iglesias orientales, especialmente de la Ortodoxa. El fin de la Segunda Guerra Mundial supuso su traslado a París como Nuncio y, cinco años después, su nombramiento como Cardenal y Patriarca de Venecia. Allí desarrolló una buena labor, pero los católicos italianos estaban enfrentados entre sí y la política lo envenenaba todo. A Pio XII le preocupaba la presión comunista; la batalla ideológica era brutal y algunos teólogos, como Maritain o Congar, fueron reducidos al silencio por sospechas de heterodoxia. Por fin, en 1958, Roncalli fue elegido Papa cuando ya tenía setenta y siete años. Nadie creía que adoptara medidas innovadoras, pero Juan XXIII pensó que un Concilio ecuménico resolvería las cuestiones controvertidas, serviría para actualizar la Iglesia e impulsaría la causa ecuménica. El Concilio se inauguró el 11 de octubre de 1962 y en su primera sesión se puso de relieve el gran número de cuestiones que habría que resolver y lo irreductible de las posturas enfrentadas. Juan XXIII no perdió su confianza en el Concilio, pero Dios le llamó a su seno el 3 de junio de 1963, entre la primera y la segunda sesión conciliar. Hasta aquí el libro. He señalado al principio como los juicios de Hebblethwaite no son de fiar por su carácter unilateral. Así afirma que "el Pontificado de Pío X resultó desastroso para la vida intelectual de la Iglesia" (pag.119), o critica el uso de la expresión "Iglesia del silencio", que se utilizó para referirse a las iglesias que sobrevivían más allá del Telón de Acero. Para el autor se trata de una expresión "anticomunista", aunque no ve contradicción en relatar, acto seguido, como Juan XXIII consiguió la liberación de Patriarca católico ucraniano Slypij, que llevaba más de veinte años desterrado en Siberia; o en reconocer que ningún Obispo de China continental pudo asistir al Concilio. Por último el autor critica con gran dureza a determinados personajes de la Curia vaticana que pusieron en duda las reformas impulsadas por la asamblea ecuménica. Cuando Hebblethwaite pasa del relato histórico a los juicios de valor hay que poner estos en cuarentena. Pienso que es un buen libro histórico, que realza la figura del Beato Juan XXIII y que se entiende mejor ahora, pasados veinticinco años, que en el momento en el que fue escrito.