El Concilio Vaticano II ha sido uno de los acontecimientos centrales del siglo pasado, y no sólo para la vida de la Iglesia. No en vano ha suscitado una vastísima bibliografía y una controversia extremadamente dilatada, tanto en el espacio como en el tiempo. En contra de lo que podría pensarse, tanta profusión ha logrado escasos frutos en cuanto al esclarecimiento del hecho en sí, de su origen y sus consecuencias, dando lugar a interpretaciones partidistas o radicales en uno u otro sentido. Una de las tareas más complicadas en el estudio de la historia se cifra en no aturdirse ante las consecuencias de los hechos. Si bien es cierto que éstas nos pueden servir de termómetro o aviso de que algo ha ocurrido, lo más importante -y lo más difícil- consiste en esclarecer cuáles son las raíces en las que se alimenta el árbol.