En los próximos días, se estrena en España una película, al parecer excelente, sobre el mismo tema. Luis Agius, pianista, compositor, ha escrito su segunda obra teatral en torno al juicio de Eichmann, el responsable de organizar el transporte de judios a los diversos campos de exterminio nazis, pero la gran protagonista del drama es la pensadora alemana y judía Hannah Arendt, que sobrevivió de milagro a los campos de concentración y pudo huir a Estados Unidos. Sus crónicas sobre el juicio levantaron ampollas y sufrió ataques incluso de algunos judíos. Ella intentaba comprender el porqué del mal y, en su valiente búsqueda de la verdad, mostró también los dudosos comportamientos de algunos judíos. La obra, en seis cuadros, más el prólogo, un intermezzo y el epílogo está muy bien estructurada y el final resulta impresionante, pues en el lector se produce una autétnica catarsis, como cabe esperar de toda buena obra teatral. Luis Agius se ha metido en el pensamiento y en el alma de Arendt y logra transmitir a lector, toda su angustia, su dolor, pero también su afán de objetividad y de busqueda de la verdad. Ojalá podamos ver la obra representada, pero mientras tanto vale la pena leer el texto.
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En los próximos días, se estrena en España una película, al parecer excelente, sobre el mismo tema. Luis Agius, pianista, compositor, ha escrito su segunda obra teatral en torno al juicio de Eichmann, el responsable de organizar el transporte de judios a los diversos campos de exterminio nazis, pero la gran protagonista del drama es la pensadora alemana y judía Hannah Arendt, que sobrevivió de milagro a los campos de concentración y pudo huir a Estados Unidos. Sus crónicas sobre el juicio levantaron ampollas y sufrió ataques incluso de algunos judíos. Ella intentaba comprender el porqué del mal y, en su valiente búsqueda de la verdad, mostró también los dudosos comportamientos de algunos judíos. La obra, en seis cuadros, más el prólogo, un intermezzo y el epílogo está muy bien estructurada y el final resulta impresionante, pues en el lector se produce una autétnica catarsis, como cabe esperar de toda buena obra teatral. Luis Agius se ha metido en el pensamiento y en el alma de Arendt y logra transmitir a lector, toda su angustia, su dolor, pero también su afán de objetividad y de busqueda de la verdad. Ojalá podamos ver la obra representada, pero mientras tanto vale la pena leer el texto.