Educar los ojos (I)



En la era más
pragmática que hemos padecido los hombres; cuando las cosas –y
también las personas, por desgracia- se dividen en
«útiles» e «inútiles», creo conveniente
hacer una «apología de la teoría».



Ante una pregunta impertinente
sobre este asunto me contestó un ilustre maestro con una sentencia
aristotélica: «la mejor práctica es una buena
teoría». No crean que me he quedado
tranquila con el recuerdo de esta famosa expresión. En el año
2006 se hace urgente, a las puertas de la Navidad, en una sección que se
denomina "lo que está pasando", allanar el sentido presente
de palabras, para algunos, arcanas.



En primer lugar, la palabra
teoría lleva dentro de sí una historia; es decir, las
generaciones, la sabiduría de los siglos dejó en ella todo un
acerbo significativo: el poso de vivir hecho palabra. Theoréin
–término griego, obviamente- es algo así como "mirar
asombrado, quedar embelesado en la consideración de algo, en la
contemplación de lo grandioso". Posee proximidad al nombre de
Zeus, que no requiere explicación. Lo divino, lo más grande, nos
arrastra al contemplarlo: tiene toda la fuerza e impera. Es una experiencia que
no muchos han experimentado: "padecer el impacto" de una belleza
que alcanza a la inteligencia.



La única cuestión
relevante en este momento es que convendría caer en la cuenta de algo
tan simple como lo siguiente: el embeleso no asegura que el resplandor se
merezca nuestro éxtasis. Es posible errar. Es más, las cosas
bellas poseen ese riesgo: pueden quedarse cortas y ocultar bellezas mayores.



Educar la inteligencia es como
educar los ojos: ser capaz de mirar embelesado, abobado; de tal suerte que el
ritmo, el imperio, quede en manos de Zeus, que se muestra en cada cosa, en la
belleza de cada cosa.



La mejor práctica, esto es
indudable, es la que, siendo acción en el mundo, no lo distorsiona, sino
que lo lleva a plenitud. ¿Y qué plenitud? preguntarás: la
que lleva dentro, la que sólo ven los que saben mirar, los que poseen
mirada limpia, los que ven lo mejor de cada uno y saben -vislumbran ahora- todo
lo bello que puede ser después, y su práctica es ayudar a ser
más bonito.



Ayudar a crecer... al final
siempre acabo en el mismo punto. Tal vez esté teóricamente
absorbida; pero creo que merece la pena.



Consuelo Martínez
Priego


Prof. Antropología Filosofía


cmartinez@villanueva.edu





Para leer más:



C.S. Lewis, Cautivado por la alegría, Ed. Encuentro. Madrid.


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2107



J. Pieper,
Entusiasmo y delirio divino, Palabra. Madrid.


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=5291



M.A.
Labrada, Sobre la razón poética, Eunsa,
Pamplona.


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=5292