Muchos universitarios desconocen quién es Hannah Arendt ni su fuerte compromiso con la verdad moral. Una reciente película biográfica dirigida por Margarethe von Trotta e interpretada magníficamente por Barbara Sukowa contribuye a conocer a esta intelectual, y a plantear la cuestión ética fundamental sobre el bien y el mal en un tiempo de relativismo moral. Sin embargo serán muchos los que preferirán una película de barullo o de amor y lujo.
En 1960 los servicios secretos israelíes secuestraron en Argentina al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, y lo condujeron a Israel para juzgarlo allí. Tras el célebre proceso de Nuremberg la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt, profesora en la Universidad de Princeton, colabora con el diario The New Yorker para escribir una serie de artículos sobre el juicio a Eichmann. La mediocridad del “monstruo” sorprenderá a Arendt, y al plasmar sus impresiones por escrito herirá muchas susceptibilidades de los propios judíos.
Arendt, formada junto al filósofo Martin Heidegger, estudia la terrible presencia del mal en el siglo XX en forma de totalitarismos como el nazismo y el comunismo. Resultado de su presencia en el juicio a Eichmann son esos artículos y el libro “Eichmann en Jerusalén”, analizando la banalidad del mal, mostrando que detrás de esas barbaridades inhumanas como el exterminio de seis millones de judíos en los campos de concentración hay gente gris, como Eichmann, burócratas que simplemente hacen lo que se les ordena sin cuestionar su moralidad.
Hay motivo para pensar y reaccionar ante el relativismo moral que subyace a leyes sobre el aborto, sobre el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, sobre la corrupción de algunos políticos ambiciosos, o sobre intelectuales sin escrúpulos vendidos a una ideología. Porque esto afecta a la conciencia de cada uno, a la formación intelectual en compromiso con la verdad, y a formación de una conciencia recta que sepa distinguir limpiamente entre el bien y el mal y actuar con coherencia, para frenarlo y construir estructuras sociales de virtud. De ahí la importancia de no autoengañarse, de desarrollar con estudio el pensamiento crítico respecto a leyes y costumbres, y de buscar siempre el buen consejo de una persona de buen criterio moral.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico