La semana pasada se perpetró otro atentado contra la libertad en el campus de Somosaguas de la Complutense, supuesta la cátedra del saber. Grupos bien pertrechados agredieron a otros estudiantes del grupo Atlántida que repartían hojas defendiendo la vida frente al aborto que acabaron en la papelera y ellos magullados.
Este campus se ha convertido en un reducto de radicales que se alimentan de soflamas semejantes a las del libro rojo de Mao. Los chinos ya juzgaron a la banda de los cinco por esclavizar al pueblo chino estableciendo una sociedad policial sometida al miedo en cada familia, en cada edificio, en cada barrio, en cada escuela, y por supuesto en cada universidad popular. Lo ha mostrado con objetividad pasmosa la escritora china Jung Chang en su libro sobre Mao.
El secuestro de la universidad española es un fenómeno periódico con el objetivo de formar masas de radicales antisistema, que luego se expanden como virus por las calles inoculando la revolución social, sean como indignados, como antidesaucios o como grupos femen. Tienen muchas caretas y todas son útiles en su momento. Son muy capaces de destruir, como hemos visto en despachos y locales de Somosaguas, pero incapaces de edificar algo duradero. Sus armas son las bocinas, las patadas y los bates. Llenos de violencia se imponen en régimen asambleario donde se grita y manipula, porque carecen de razones, de estudios y de moral. Campan a sus anchas por el campus como matones y tienen sus fortalezas en locales cedidos por el rectorado. Dicen que estudian Ciencias políticas o Ciencias de la información aunque algunos tarden diez años diez en conseguir su titulito, pagado con el bolsillo de los contribuyentes. Ahora se sienten amparados por el rectorado afín y van haciendo méritos para instalarse en las juventudes de partidos de la izquierda radical o como lapas del socialismo y del comunismo. Si miraran un espejo quizá verían el rostro torvo de las juventudes hitlerianas o de la joven guardia roja de Mao.
Jesús Ortiz López