Piensan unos pocos que el libro electrónico anuncia el fin del libro impreso, su hermano mayor. Las ferias del Libro, ahora en Madrid, atraen a miles de lectores que desea participar de un carrusel de sueños abiertos. Pienso que la cuestión de fondo no está tanto en la disyuntiva de formatos sino en las palabras tan vapuleadas por las ideologías.
Las palabras denotan o señalan algo visible, y también connotan algo invisible p.ej. justicia, amor, igualdad, libertad, democracia, etc. Y esto supone abstracción que es elevación por encima de lo sensible: las matemáticas, la filosofía o la religión se mueven en ese ámbito aunque sin perder su origen en lo percibido por nuestros sentidos. Y precisamente el homo sapiens se desarrolla en la esfera del mundo no sensible: conceptos y concepciones mentales, que siguen una lógica y excluyen errores o apariencias.
Por eso cuando unos gurús en la sombra a escala mundial, y también nacional, van mutando artificialmente la genética de los conceptos haciéndolos significar otra cosa, entonces todo se hace inestable y relativo ¿No nos suena?
Si llamamos matrimonio a cualquier unión afectiva, muerte digna al suicidio, género para sustituir a la sexualidad humana, orgullo a la exposición escandalosa de una originalidad, escrache al acoso violento, e incluso hombre de paz a un terrorista, entonces no hay modo de entenderse y desaparece la frontera entre lo beneficioso o lo perjudicial para la persona, lo que contribuye al bien común o sólo al de unos pocos: y con ello lo que es justo y conforme a normas de convivencia pacífica o lo que es injusto.
En los países de nuestro entorno está comprobado estadísticamente que mientras los jóvenes ven varias horas de televisión y dedican horas a las nuevas tecnologías, decae la lectura (más del 30% no lee un libro al año), entre otras causas porque no encuentran tiempo para ello.
El camino de la lucidez de pensamiento y de la defensa frente a la manipulación ideológica pasa por seleccionar bien nuestras lecturas y fuentes de información, así como de reflexionar sobre los conceptos que nos van imponiendo entonces. En caso contrario, como pasa entre muchos, se pierde la posibilidad de un verdadero diálogo, como a veces vemos en mítines que marean con palabras de goma como la calle, la gente, la democracia, y también los reality shows en televisión, con el objetivo primordial de ganar audiencia aunque aquello parezca una jaula de grillos maleducados y sin intimidad.
En suma, muchas palabras se han convertido en armas ideológicas para fabricar la realidad al margen de la lógica, no digamos en el mundo de la política, donde disparan neoconceptos contra el enemigo, tales como casta, trama o saqueo. Por eso sería bueno leer bien y con reflexión para articular razonamientos personales nada líquidos, como querían algunos profetas sensatos frente al relativismo moderno tales como Orwel, Wittgenstein Bauman o Sartori.
Jesús Ortiz