¿Te atreverías a ir a Chile?

Crónica sobre la vida de don Adolfo Rodríguez Vidal (1920-2003).

Don Adolfo fue miembro numerario de la Prelatura del Opus Dei desde 1940 y sacerdote de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (unida al Opus Dei) desde 1948. En 1950 inicia la labor de la Obra en Chile, país al que estará unido el resto de su vida. Como cabeza del Opus Dei en ese país y con el impulso del fundador de la Obra, va a iniciar allí las labores apostólicas y educativas. Vivirá momentos críticos, como la Presidencia de Salvador Allende entre 1970 y 1973, así como el golpe de Estado encabezado por el General Pinochet en 1973, que puso fin a esa Presidencia. También le tocó vivir momento más dulces, como la visita al país del fundador de la Obra en 1974, o la de Juan Pablo II en 1987. En 1988 fue consagrado Obispo para la diócesis de Los Ángeles, cargo que desempeñó hasta 1994. Aquejado de la enfermedad de Alzeimer, vivirá los últimos años de su vida en lucha con la enfermedad, ejerciendo su labor sacerdotal en Santiago de Chile. Como miembro elector del Opus Dei, participó en la elección del beato Alvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría Escrivá; igualmente en la elección de don Javier Echevarría, segundo sucesor y Prelado de la Obra.

Una década después del fallecimiento de Rodríguez Vidal el autor se dispuso a escribir una biografía (ver Introducción). Estudió la documentación que se conserva en Roma y Santiago, el epistolario de don Adolfo y los diarios que se conservan en los centros del Opus Dei. En base a los mismos elabora una crónica en la que se narran los momentos principales en la vida de este miembro de la Obra y sacerdote. Es un relato rápido, que no pretende ser exhaustivo, pero en el que no hay altos y bajos ni lagunas. En él aparecen los clérigos y laicos que apoyaron al joven sacerdote en los comienzos en Chile, los fieles de la Obra que llegaron después que él, las primeras vocaciones, las obras apostólicas que se pusieron en marcha: residencias, centros de enseñanza y una casa de retiros. Y sobre todo aparecen las virtudes de este hombre. Destaca su obediencia, que le llevó a no rechazar los encargos apostólicos que se le hicieron de parte del fundador del Opus Dei o de la Santa Sede, su impulso apostólico y sacerdotal, reciedumbre, desapego de si mismo, sacrificio y pobreza.

El libro se lee bien. El autor no hace literatura; se trata de una exposición de hechos. Los sentimientos de admiración y afecto por el personaje sólo están apuntados y los puede completar el lector.