En Nueva York a finales del siglo XIX los grandes escaparates se multiplican despertando la imaginación de los transeúntes, la publicidad comienza a sofisticarse y parece que la iluminación eléctrica y el teléfono terminarán por imponerse. En un escenario así, parece que cualquier sueño puede hacerse realidad. Y Martin Dressler está dispuesto a soñar.