En el tono airado y vitriólico de los misántropos y sin orden previo alguno, el narrador del subsuelo, un revirado funcionario medio de la ciudad de San Petersburgo, da cuenta, a sus cuarenta años, de ciertos aspectos de su vida en un convulsivo desgrane de recuerdos. Su discurso lo destina a la humanidad entera y oscila entre el ensayo filosófico y la representación en secuencias de su personalidad pusilánime y enferma.