En los cincuenta años que preceden a la Revolución francesa, Europa se ve desgarrada por conflictos de todo tipo. Las tensiones sociales y económicas aumentan bajó la presión, de una población creciente para la cual el suministro de alimentos resulta permanentemente insuficiente. Las rivalidades imperialistas en América y Asia, y las políticas expansionistas de Prusia y Rusia vienen a añadir nuevas dimensiones a las guerras europeas.