La vida de San Edmundo Campion parecía destinada a participar intensamente de los brillos de este mundo. Su erudición, su elocuencia, su rectitud y su apostura le garantizaban un puesto del mayor honor en el reinado de Isabel I, en los años en que la vieja fe de ‘la isla de los santos’ se desarraigaba de Inglaterra para dar paso a una nueva fe impuesta a sangre y fuego.