María tiene diecinueve años y está hundida. Tras haber sufrido un accidente de coche en el que se mató su novio y que casi le cuesta la vida a ella, decide pasar el verano con su abuela en el pequeño pueblo en el que veraneaba de niña, cuando se sentía feliz simplemente contando nubes. A pesar de su tristeza, el reencuentro con los amigos de la infancia irá calando en ella como un bálsamo más eficaz que todas las terapias a las que se ha sometido. Y sin quererlo, sin darse cuenta, vuelve a enamorarse.