En la segunda mitad del siglo xvi, la mayoría de los estados cristianos de Europa occidental estaban permanentemente a la defensiva contra una superpotencia musulmana, el Imperio de los sultanes otomanos. Había enfrentamientos violentos, desde ataques e incursiones de corsarios hasta guerras, pero también otras formas de interacción pacífica a través de las porosas fronteras de los poderosos bloques en liza.