Las mejores memorias que yo haya leído jamás son las Memorias de ultratumba, de René de Chateaubriand (1768-1848). Se llaman así porque las escribió para que se publicaran después de muerto. No hay espacio para comentar sus méritos. Una prosa jugosa y amena, llena de contrastes, que discurre como un río de sensaciones. Evocación de su niñez e infancia en Bretaña, a finales del XVIII, con unos ecos románticos inigualables.