El racionalismo ilustrado del siglo XVIII engendró una minoría, los llamados "filósofos", cuya denominación más exacta sería la de "intelectuales". El filósofo o intelectual no restringía su mirada a la filosofía, pues debía saber y criticarlo todo, acabar con el protagonista social del clero y ocupar su puesto como conductor de la sociedad. Pero a diferencia de los dirigentes religiosos que realizaban su función según normas preestablecidas, los intelectuales imponen sus propias normas para cambiar la sociedad.