Con la venida del cisma luterano el orbe mediterráneo-católico asume de manera inconsciente el discurso de supremacía moral que impone el norte protestante. De este modo palabras como «libertad», «tolerancia», «ciencia» y «Reforma» quedan de un lado y en el otro, como una imagen especular en negativo «opresión», «intolerancia», «fanatismo» y, vaya por Dios, «Contrarreforma». Desde un principio se perdió la batalla más importante, la del lenguaje, y entre sus armas se contó con la propaganda, nuevo artefacto crucial para entender la civilización occidental en el último medio milenio.