Adriano, emperador de Roma, envejecido y enfermo del corazón, pasa los últimos días de su vida retirado del bullicio de la vida cortesana. Rememorando su pasado en una extensa carta dirigida a su amigo Marco, se nos muestra como un hombre ilustrado y sabio, protagonista de una vida en equilibrio entre los deberes políticos y sus sentimientos hacia sus semejantes. Inmerso en esa profunda soledad que proporciona el ser el hombre más poderoso del mundo, se cuestiona si ha merecido la pena abandonar la posibilidad de ser feliz por mantener el poder absoluto.