El autor tiene un gato, que apareció un día en su casa de la mano de su portero y que no tiene nada de especial en cuanto a su raza: es un vulgar gato romano callejero; pero para el escritor, su mujer y la señora que limpia su casa es una fuente de alegría y de asombro continuo. En el libro se habla también de lo que ha sido este animal en la cultura universal. El conjunto es simpático y alguna vez desternillante, como el tratado de hacer tomar una pastilla a un gato.