«Introduje la llave en la cerradura de la portezuela. La posición de la luz permitía que la ventanilla hiciera las veces de un pálido espejo y, mientras cerraba el coche, me vi reflejado en ella. Fue la última vez que me contemplé vivo. Inesperadamente el cristal de la portezuela estalló ante mis ojos, hecho añicos, y oí un disparo...». Así comienza su relato Sebastián Casares en el momento en el que termina su vida terrenal. Una idea obsesiona su espíritu: ¿Quién le ha disparado? El libro comienza con un crimen y hasta el final no se sabrá quien es el culpable.