Los autores medievales, como santo Tomás, incluían en sus Comentarios al De anima la totalidad del tratado aristotélico, cuyo libro primero establece la dignidad y utilidad de la ciencia del alma, el orden que debe seguirse en la investigación sobre ella y la refutación de las teorías de los filósofos antiguos acerca de la naturaleza del alma. A partir del Siglo de Oro algunos tratadistas comentan la obra aristotélica De anima, empezando su exposición, precisamente por el libro segundo de dicha obra. Así lo hace Juan Poinsot.