El principal banquero de una capital de comarca reúne a las personas más insignes de esta ciudad para celebrar el matrimonio de su hija. En la sala de su casa, la fiesta deviene el escenario en que se manifiestan las tensiones que dominan esta pequeña sociedad. El gerente del banco defiende que la insignia de la procesión del Corpus la lleve el próspero electricista a quien ha concedido un crédito para su tienda-taller, símbolo del progreso, mientras que el estamento oficial propugna el continuismo y apoya al registrador de la propiedad.