Una tarde habanera de 1921, el diplomático Miguel Celorio se sentó en el cine Tosca y, antes de que comenzara la película, vio entrar a tres lindas y jovencísimas cubanas acompañadas de una sirvienta: la mayor era bellísima, la menor muy inquieta y la mediana... lo conquistó; tímido por naturaleza, Miguel optó por escribirle una carta: sería la primera de las más de trece mil que le escribió, ya casados, a lo largo de su vida.