La historia casi ha olvidado que, en pleno siglo XII, Asturias tuvo a su única reina: Urraca, hija natural del emperador Alfonso VII y de la noble Gontrodo. El amor que esta mujer sentía por su tierra era tal, que hizo que su padre le otorgara su gobierno, con título de reina. Urraca, una mujer devota y generosa que hizo grandes donaciones a la catedral de Oviedo y al Monasterio de san Pelayo; pero también fue también fue fuerte y ambiciosa y, en un mundo de hombres, intentó conseguir la independencia de Asturias.