En esta pequeña obra, Maurois retrata a aquellos personajes, literatos o no, por los que ha sentido alguna admiración o estima a lo largo de su vida. Desfilan por las páginas escritores como Chejov, Shakespeare y Saint Exupery, con quien lo unía una profunda amistad. En pocas líneas, destaca curiosidades de los retratados, hasta incluso virtudes que han pasado desapercibidas en muchas biografías, pero que solo se consiguen resaltar fruto del trato directo y personal con esas personas.