Con sólo cuatro años, André Glucksmann ya tenía varias identidades. ¿Quién era? ¿Dónde estaba? Ocupación. Liberación. Revolución. Disidencia. Por dos veces el niño escogió Francia, y después se inventó padrinos poetas: Victor Hugo, Baudelaire, Mallarmé. A sus ojos, el pecado de la indiferencia -el peor, porque permite todos los demás- lo comete la doble ceguera de los que consideran que el mundo marcha bien y la de los que creen que ya no se puede arreglar. «No soy un profeta del apocalipsis, solamente un pensador al acecho».