U2 es uno de los pocos supergrupos imbatibles de la década de 1980 y es posible que la clave de su éxito se encuentre no sólo en la música, sino en la ubicuidad de su carismático líder en la escena política del mundo globalizado. Que una estrella de rock irlandesa llegue a convencer al Congreso de los Estados Unidos de que tramite la condonación de una deuda de cien mil millones de dólares en veintitrés países quizá no es tan esperable como que reciba el doctorado en Derecho por el Trinity College o la Legión de Honor francesa.
