«Siete meses antes de morir, Carmen le preguntó a su prima Soledad mientras paseaban juntas por el olivar del convento de monjas de Arenas de San Pedro: ¿Crees que podrían enterrarme aquí? No puede ser. Aquí está prohibido enterrar a seglares, Carmen. He hecho tantas cosas prohibidas en mi vida, prima, que no sé si una más importaría demasiado».