Mikel Lejarza, Lobo, fue captado en 1974 por los servicios de inteligencia con una misión muy concreta: infiltrarse en Eta. Gracias a él se desmanteló en 1975 la cúpula de la organización etarra. Lobo, un espía vocacional, ya estaba quemado en el País Vasco y con el tiempo fue siendo abandonado por los distintos gobiernos, pero abrió sus intereses en otras direcciones, no siempre legales, pero en contacto con los servicios de inteligencia.