¿Quién no se ha visto alguna vez en el “aprieto” de tener que contar un cuento? Cuando un niño nos pide que le contemos un cuento no espera una aburridísima narración, ni que hablemos con la misma entonación que en la oficina. Para él, un cuento no es nunca un mero trámite antes de irse de a la cama, ni tampoco un asunto pendiente que no queda otro remedio que hacer a última hora del día.