Publicada en 1818, cuando su autora contaba con veinte años, esta novela es un caso llamativo de precocidad, de aceptación popular y de una sostenida reticencia por parte de la crítica. Se trata de una historia básicamente original –no apoyada en mitos, como la posterior Drácula de Bran Stoker- que supone una resurrección de la novela gótica que ya declinaba. La imaginación de Mary Shelley nos lleva hasta el Polo Norte, donde el explorador Robert Walton recoge a un hombre en un estado lamentable.