Dice Pitol que en una casa de campo escribió sus primeros cuentos. Pasaba allí la convalecencia de una ruptura amorosa. Se proponía odiar al mundo, pero no lo conseguía. Por las mañanas escalaba una cordillera para rodearse de una aureola romántica, decadente, aun diabólica. Buscaba acantilados escabrosos y le venían a la mente los acantilados de Devon, un viaje a Inglaterra, y entre ese deseo de viajar y la contemplación de un maravilloso paisaje se adormecía en la hierba, para después llegar radiante de alegría a su casa y ponerse a leer a James, Kafka, Faulkner, Borges, Rulfo.