A lo largo de muchas generaciones, un niño gordito era signo de buena salud; se pensaba que cuando «diera el estirón» la grasa y el exceso de peso desaparecerían. Esta forma de pensar sigue presente en la sociedad. Sin embargo, a tenor de las últimas investigaciones, ahora se sabe que un bebé gordito tiene muchas probabilidades de convertirse en un niño gordo y después en un adulto obeso, con todos los problemas de salud que eso conlleva. Las cifras de obesidad en España se han duplicado en los últimos veinte años.