Aprender a querer, saber vivir invita a cultivar una personalidad humana firme para amar a Dios sobre todas las cosas con un amor encarnado en el espacio y en el tiempo.
Raíces antropológicas y experiencia vital humana y espiritual se entrelazan con la Revelación, el testimonio de los primeros cristianos y el de otros testigos de la fe a lo largo de los siglos. También están presentes quienes no han conocido al Dios que se revela en Jesucristo y, sin embargo, son auténticos «expertos en humanidad».