Diarios de una joven muchacha de origen judío que había elegido acudir voluntariamente a los campos de exterminio del III Reich, para compartir la suerte de su pueblo. Estos diarios muestran su camino de indagación espiritual que, desde un cierto agnosticismo inicial, desemboca en una experiencia de profunda espiritualidad. Con su ejemplo, la autora quiso dejar testimonio del amor de Dios entre los hombres: "Será preciso –escribe en Westerbork– que alguien sobreviva para atestiguar que Dios estaba vivo en un tiempo como el nuestro".