Hoy podemos decir que Juan Pablo II es una de las grandes personalidades de nuestra época. Además de impulsar la renovación de la Iglesia, siguiendo la guía del Concilio Vaticano II, ha sido testigo de la caída del muro de Berlín, símbolo del statu quo que imperó en Europa desde el final de la II Guerra Mundial. Y lo ha hecho de modo valiente, siguiendo aquella pauta -¡No tengáis miedo!- que lanzó en la inauguración de su pontificado.