Siempre, desde muy pequeño, el protagonista de "Un secreto" creyó que tenía un hermano. Su vida en París transcurre tranquila, tal vez demasiado silenciosa, junto a sus padres, Maxime y Tania –judíos que escaparon del destino que les estaba reservado–, muy enamorados y amantes de los deportes, tan atléticos que el niño se imagina que se conocieron en un estadio o al borde de una piscina. Y él, escuálido y enfermizo, se inventa un hermano fuerte y guapo con el que jugar y, sobre todo, pelearse.