Quien dice que los gobiernos regentados por mujeres son mucho más pacíficos se equivoca. María Cristina, la última mujer de Fernando VII, fue quizás la reina con mayor vocación de poder que ha tenido España. Su presencia no pasaba desapercibida. Fue amada y odiada del mismo modo por todos los que la conocieron. Conspiró y robó, fue al exilio dos veces y no hubo negocio lucrativo que ella no intentara controlar. Se aferró al poder con puño de hierro, incluso desde la lejanía.