Vivimos en una época de deseos desbordados. Pero lo que apetecemos no son los objetos de uso y consumo: deseamos ser como las personas que los poseen. El "otro" se convierte a la vez en modelo y rival. Frente al simplismo antropológico, resulta que el amor es triangular. Esto genera una violencia latente o explosiva que celebra su triunfo en el terrorismo internacional.