Las sociedades occidentales actuales son difícilmente concebibles sin la figura del jurista profesional. Éste realiza, en mayor o menor medida, la función de mediador entre los sistemas jurídicos, y los conflictos de intereses y derechos que se generan en la vida social. Por ello, el ejercicio de su profesión afecta a bienes jurídicos fundamentales de la persona, como el patrimonio o, incluso, los derechos humanos más básicos.