Eugenio Xammar llegó a Berlín en el invierno de 1922. Encontró una Alemania que sufría las consecuencias de la derrota y en la cual se gestaba el nazismo. Vivió de primera mano momentos históricos de gran importancia, como la inflación extraordinaria de la moneda alemana o la ocupación de las tierras del Ruhr por el ejército francés, decidido a cobrarse las indemnizaciones de guerra fijadas en el tratado de Versalles. Episodios como éste, que, pasados tantos años, han quedado desdibujados, reviven en la narración de Xammar con una viva inmediatez.