Meg apenas recuerda su infancia. Ha vivido con su madre, que ha rodeado su vida en un mundo en el que la comida y la fantasía han sido las protagonistas de todos sus explicaciones o argumentos: dice, por ejemplo, su madre que la dejó reposar en la despensa, porque era un bebé muy menudo y tenía que crecer: y utilizaba sus dientes de leche como abrelatas, de lo afilados que eran. Y cosas por el estilo.