En el inicio del siglo XVIII, el joven Francisco Barranco llega a Madrid para trabajar en el taller de José de Flores, con el que aprenderá el oficio del hierro y los secretos de los cerrajeros reales, las únicas personas que guardaban las llaves de todas las puertas del Alcázar Real. El muchacho pronto demuestra su extraordinaria habilidad y sus ganas de conseguir el mejor dentro del gremio, lo que le granjeará el total apoyo de su maestro y la terrible inquina de otro aprendiz.