Una casualidad inicia esta novela: dos tazas de té entrechocan sobre la mesa de un compartimento de tren provocando el contacto entre dos desconocidos que han emprendido un largo viaje, poniendo al protagonista sobre la pista de una misteriosa montaña. Desde las primeras páginas, y con la misma facilidad con la que se reconoce un rostro en una fotografía, Xingjian hace un retrato amplio y profundo de China, de su filosofía, que tanto está marcando el sentido espiritual de Occidente, de su arte, de su gente, de sus costumbres, de sus pueblos, de su forma de vida.