Desde comienzos del siglo XIX, el Polo Norte encendió la imaginación y avivó el deseo de exploración y conquista de numerosos aventureros, científicos, expedicionarios o simples lunáticos, que sin duda veían en aquel lugar geográfico algo más que «un punto sin extensión, magnitud o grosor alrededor del cual gira el eje terrestre». Se rumoreaba que aquellos inaccesibles parajes escondían una misteriosa isla de basalto; otros sostenían la existencia de un inmenso mar cálido, y fueron muchos los que arriesgaron la vida con tal de acercarse a los ansiados 90º de latitud norte.