1968 fue el año de la revolución global y de la protesta social. En medio mundo, especialmente en los países occidentales, la movilización inundó las calles para demandar cambios y oponerse al sistema establecido. El catolicismo también vivió su particular revuelta del 68. En el marco de la recepción del concilio Vaticano II y en pleno conflicto entre las distintas sensibilidades eclesiales, hubo sectores significativos del catolicismo europeo y latinoamericano que se integraron en la corriente contestataria que recorrió los años sesenta.