Desde hace algunos años se aprecia en Occidente un renovado interés por los iconos. Gentes muy dispares se acercan a ellos por distintas motivaciones. Hay personas que buscan satisfacer su interés estético, otras desean tener una experiencia esotérica, algunas sienten una atracción por lo religioso y no pocas ven en la contemplación de estas imágenes una forma de hidratar su enjuta vivencia espiritual. Pocas saben, sin embargo, que para acercarse correctamente a los iconos resulta imprescindible conocer su dimensión teológica.