El Hospital de Burlington, en Pennsylvania (USA), es de fundación municipal y cuenta con un presupuesto restringido. Su funcionamiento depende, en gran medida, de las donaciones privadas. Algunos de los médicos que lo atienden son competentes, pero también hay facultativos mayores, reacios a jubilarse, que se aferran a viejas técnicas y métodos falibles con riesgo para los pacientes. Al final es inevitable el enfrentamiento entre unos y otros.